sábado, mayo 02, 2009

Ella.

Y de repente, Ella. En casa de mi padre, revolviendo sus discos. Tocándolos. Su mano derecha sostenía un vaso con Whisky con hielo ya vuelto agua, que balanceaba peligrosamente sobre la alfombra. Los dedos índice y mayor de su mano izquierda se movían frenéticamente sobre las cubiertas de los discos, arrojando violentamente hacia delante al que tocaba, para encontrar en el siguiente la misma decepción. Ella no perdía el ímpetu, y seguía buscando y buscando y buscando. Dudé que encontrara algo. El vaso de su mano derecha se acercaba peligrosamente a su boca y la encontraba con dificultad para luego volver al peligroso balanceo. El resto de su cuerpo solo accionaba en pos de la búsqueda interminable. Yo la observaba. Empecé a notar cosas. Una de ellas: era zurda. Nunca me lo hubiese imaginado. Nunca me hubiese detenido a pensar en algo tan insignificantemente insignificante. Pero igual era un detalle. Era algo. Era algo que ahora yo sabía, porque estaba con Ella. Y con Ella cualquier detalle, por más mínimo que fuere, era algo. Era un detalle. Ella estaba conmigo, en la casa de mi padre, solos, bebiendo Whisky y era zurda. Entonces dejó de buscar. Y me miró. Le ofrecí comida. Después se puso a cantar y ahí ya me olvidé de todo.

3 comentarios:

joAco dijo...

me estás plagiando?

Cassandra Cross dijo...

El abructo (O abruto?) final es prueba suficiente de que el whisky era retrucho, nene!
la próxima vez que invites una Ella, por lo menos comprate un Jameson.

María dijo...

mucha mala junta hace que te mandes estas cosas...
podemos hacer un clú de fans?