miércoles, abril 30, 2008

GAUCHO HECTOR


Aquí me pongo a rimar,
pues no hay como la puesía;
los escritos vienen de arriba
solamente debes acomodar
lo ultimo que has de tipear
con lo que pones más arriba.

Sepan que está mal repetir
palabras para la métrica,
pues la puesía mas tétrica
ha de tener, por lo menos,
renglones que sean ajenos
a las repeticiones sintéticas.

Tampoco has de usar palabras
en sentidos mal empleados
solo pa que sean dados
los finales de las frases,
no te embarques ni te cases
con teoremas complicados.

Una vez esto bien claro
empezaré con mi historia
(Si no me falla la memoria)
sobre un hombre diferente,
que no tenía solo en mente
el precio de la zanahoria.

Gaucho Hector, le llamaban,
trabajaba en computación
y su única función
era informatizar expedientes
más cuando no estaba el gerente
entonaba su canción.

Cierto día el gaucho Hector
se cansó de su trabajo;
agarró y se compró un bajo,
un trombón y un tecladito,
la batería y los palito,
y a su jefe le hizo un tajo.

Cuando salió de la oficina
ya no estaba confinado
¡Quien lo hubiera imaginado!
En la cara el sol le dio
y ahí mesmito comprendió
que ya no era un fracasado.

Hoy el gaucho es muy feliz,
ya lidera en una banda,
toca el piano y siempre canta
disfrutando de lo que vive;
y aunque canciones ya no escribe
hace covers de Miranda

Ya me queda solo una frase,
aunque una concisa y alegre:
¡Que mi canto no se quiebre
aunque se termine esta historia,
persigamos a la gloria
aunque nos calcine la fiebre!

Hasta la próxima, estimado,
pero esperá, no seás otario;
acomodáte en el mobiliario
y redactáte con osadía
alguna humilde puesía
que me ilustre los comentarios.


viernes, abril 25, 2008

Dolor de huevos (Una historia Nacional)

Cap. 1: Año 1995.

Lucho, un regordete admirador de Ricky Martin, se levantó a las 21.30 para ir a trabajar. Ese día le tocaba de no noche en la playa de estacionamiento de Salta y San Juán de su padre. Miró el reloj con bronca y se metió en el baño. En la cocina jugaban alegremente los niños, Franquito y Jaqueline, mientras Olga, su mujer, cocinaba arroz con tuco. Cerró la puerta del baño y una vez dentro se miró al espejo. Fue en ese momento, cuando se dió cuenta de que probablemente esa no fuera una noche regular, como las demás. En su entrepierna, sobre el huevo izquierdo, su cicatriz en forma de rayo comenzaba a arderle y brillarle con fuerza. Y a largar olor a podrido. Olor que se mezclaba con el olor del arroz con tuco.
En la cocina, Olga se estremeció un instante al notar algo extraño. Franquito y Jaqui abandonaron su juego. Se encontraban en precencia de un cuarto visitante en la casa, y todos imaginaban quien era. Y no, no era el perro.

(Sigue...)

miércoles, abril 23, 2008

¿GEMELOS SEPARADOS AL NACER?


Mi viejo (Cristian Pasquette - Izq.) - John Locke (Lost - Der.)

No me jodan, para mi son iguales. Lo que pasa es que se parecen más cuando sonríen. Pero hay que reconocer que igual se parecen. Vamos, che, se parecen. No, si se parecen.

YA ERA HORA DE UNA DISCULPA POR ALGO

Hoy el EPHIMERUS RAITIN´ pospone su estreno hasta mañana porque ayer no fui a trabajar, y hoy vine pero no tuve tiempo (No tengo, en realidad. Estoy en el acá, todavía. Esto lo escribí ayer y ahora lo estoy aggiornando).

Ya que están, aprovechen para revisar el blog, vean que lindo quedó. Tiene un montón de famosos. Ya sé, el primero que pueda nombrar a todas las personalidades que encuentren en la preiferia del coso, se gana un premio ¿Que tul?

Y al que se quedó con ganas de algún relato efímero con posibilidades importantes de continuidad, le splico sepa disculparme.

Humor:

¡Ea-ea-pepé!

lunes, abril 21, 2008

EPHIMERUS RAITIN´ -Relatos de oficina-

La cosa es así: a partir de mañana, indiferentemente de lo que haga en este blog en mis momentos de suma exponencia literaria, voy a intentar subir todos los días (O los más que pueda) una novela, o relato, o lo que sea con continuidad. La idea es que sean textos rápidos, como estos, que escribo en el trabajo, en los instantes minimamente libres que tengo para escribir.
Entonces, a partir de mañana, estos instantes seguindíferos serán enteramente dedicados a la confección de la nouvelle, o cuento, o teleserie, o etc. Y esta sección será intitulada:

EPHIMERUS RAITIN´ -Relatos de oficina-

Hasta mañana, entonces, desde mi cálido sucucho laboral estaré trabajando por vuestra placidez.

sábado, abril 19, 2008

EL CHISTE

Estábamos cenando en casa de mi abuela paterna, la abuela Doris. Estábamos comiendo, ¿No? Estábamos comiendo, una cena familiar era, no me acuerdo bien. Y estábamos Mi viejo, yo sentado al lado de él. Mis dos tías, mi tío y la abuela Doris. Todos comiendo. Un asado creo. O no, ponele que no era un asado, no. Era ensalada. Si, porque clavado me acuerdo el color verde, bah no me acuerdo bien. Eran pastas.

Bueno, la cosa es que en mi familia somos todos muy jodones, ¿Viste? Entonces yo me acuerdo que todos cargaban a mi abuela porque estaba gorda. La jodian, era una cosa así, con muy buena onda, pero se ve que a la vieja medio como que le molestaba pero se reía. Reacciones normales de gente que jode y gente que es jodida. Los que jodian se cagaban de risa y la abuela Doris se reía pero medio que no le gustaba. Lo típico. Y yo, con 4, 5 años, más o menos, miraba, contemplaba la escena. Y como que sentía una especie de admiración, sobre todo por mi tío. Porque el decía cosas que eran muy chistosas, que me hacían cagar de risa. Aunque yo no entendía un carajo. Escucháme, ¡Con 5, 6 años que querés! Pero bueno, la cosa es que no era lo que decía, era cómo lo decía, ¿No? Y yo quería hablar como el. Quería hacer que todos se rieran, porque yo veía que la pasaban re bien. Entonces me puse a pensar algo gracioso, algún chiste o algún comentario para sazonar la charla. Tenia que ser algo perfecto, tenía que ser un bocadillo que entrara justo en el exacto instante en que se hiciera un vacío sonoro, pero uno de esos vacíos en donde no se corta el clima hilarante, tenia que ser perfecto. Y no solo eso. Además de encontrar el momento perfecto, tenia que encontrar la frase perfecta y, ademes, tenia que encontrar la entonación adecuada, porque sino solamente iba a sonar como un nene de 6 años ¡Y tenia que ser rápido, porque de un momento a otro el momento de euforia se iba a terminar, y si decía mi frase fuera de contexto no iba a servir para nada! Tenía que pensar algo, y tenía que hacerlo ya.

De pronto, el momento esperado. Mi tío termina de decir algo, todos se descajetan de risa, pero mal. Era el momento perfecto para agregar un aditivo, para hacer un comentario de esos que refuerzan la risa descontrolada. Se hace el silencio ínfimo, pero eterno. Ese silencio que pide a gritos que salga un comentario como los de mi tío. Era mi oportunidad de hablar como un “grande”, de hacer que todos se rieran de mi chiste como con los de mi tío. Era ahora o nunca. La frase estaba en mi cabeza, pero lo más importante era la entonación, esa era mi convicción, la entonación es todo. Llegó el momento, o hablo ahora o mi frase magistral se va a perder para siempre en los laberintos de mi memoria. La digo, la digo. Es ahora o nunca. ¡Ya!

-¡Mirá la abuela Doris, parece una vaca como come!-

¡Fue perfecta! Ahora Vienen las risas exacerbadas, los aplausos, la idolatracion. ¡Había estado perfecto! La entonación fue exacta, ahora solo me quedaba mi merecido reconocimiento.

Silencio.

Todas las miradas ahora apuntaban a donde me encontraba yo, mientras que otras avergonzadas se dirigían a los platos o al techo. Yo esperaba ansioso el estallido de alegría. Pero nada. Nadie parecía reaccionar. Capaz había hecho mal la entonación, o capaz no lo entendieron. Ahí empecé a sospechar que algo no estaba bien. Claro que cuando mi viejo se levanto de la silla y me miró, las sospechas se disiparon. Se disiparon para transformarse en certeza: me había mandado una recagada. Me acuerdo de su bigote gigante, y el agarrándome de los pelos de las patillas hasta la puerta de entrada de la casa de mi abuela. Abrió la puerta y me sacó afuera. Me miró fijo a los ojos -el tenia los ojos rojos, inyectados en sangre- me agarró de los hombros, me levantó unos centímetros del piso y me dijo “¿Cómo se te ocurre decir una cosa semejante? Ahora andá y disculpate con la abuela” Y eso fue todo. Ese fue el momento más triste de mi vida. Pero no por la abuela, sino porque no me entendieron. ¡”Una cosa semejante”, dijo! Me acuerdo que me sentí como un idiota. Estaba muy triste. Entré, le pedí disculpas a la vieja y seguí comiendo. El clima festivo se fue armando de nuevo, de a poco. Pero yo ya no tenía ganas de reírme. Mi tío volvió a arrancar con sus chistes, pero yo no participé, hasta me daba vergüenza reírme. Me sentía un fracasado.

Mas tarde, después del postre, del café, los invitados empezaron a irse. Yo me había ido a la pieza de mi abuela, me acuerdo. Si, me acuerdo que estaba leyendo una revistita de X-men. Entonces debería tener 8 años, porque a los 7 no leía, me parece. Bueno, da igual, 6, 7, 8, es lo mismo. La cosa es que estaba leyendo la revista, acostado en mi cama. Estaba medio ofuscado, todavía, pero me estaba tranquilizando un poco ese mundo mágico de fantasía. Esos tipos de X-men tenían problemas más graves que los míos, como para andar preocupándose por una cagada a pedos, o un fracaso humorístico. ¿O estaba leyendo Mafalda? Bueh, la cosa es que estaba ahí, medio enojado, cuando de repente escuché que golpeaban la puerta. Pensé que sería mi viejo, que me venía a decir que nos vamos. Pero no. Era mi tío. Venía a despedirse porque ya se estaba yendo. Entró a la pieza y me miró. Serio. Y me acuerdo que dijo:

-¿Una vaca?-

¡Y se empezó a reír! ¡Se mataba de risa, el gordo! Y entre carcajadas agregó:

- Quedáte tranquilo, guacho, ya van a ir mejorando.-

Mi tío salió riéndose y cerró la puerta. Me quedé mudo. De golpe, como que un calor me empezó a recorrer el cuerpo. Me sentí mejor. Mucho mejor. Por lo menos alguien había entendido mi intención. Si, ya sé, no fue el mejor chiste del mundo, eso es evidente, pero algo debe haber habido. La entonación, supongo. Yo sabía que la entonación era importante y le había puesto mucho empeño a la cosa. Bueno, algo fue, porque mi tío, que era capo en este asunto, entendió lo que yo estaba tratando de hacer, y entendió que era un chiste nomás. Para que nos riéramos todos. Algo tan noble como querer generar una sonrisa. Era aportar un poquito más de alegría, nada más. Mi viejo no lo iba a entender nunca, y mi abuela seguro que tampoco. Pero el tío lo entendió y, además, me dijo “Ya van a ir mejorando” ¡Ja! Ya van a ir mejorando, me dijo. Un capo, el tío. Me había sacado la ficha. Y así me quedé bien. Con eso. Con esa convicción de que iba a tener revancha, de que podía mejorar el nivel de mis comentarios, y lo mejor era que tenía el aval del tío. Capaz que cuando tenía esa edad lo cagaban a pedos por decir estas cosas, también. Ya habría alguna otra reunión familiar. Y cuando fuera, mejor que mi abuela se preparara, porque la próxima vez no lo iba a dar tregua.

viernes, abril 18, 2008

EL DESCARADO - Parte I

Mel era un chico de clase media. Media pobre. Vivía en Illinois, Minesotta y soñaba con ser actor. Su hermano mayor, Ian, era un artista circense que adoraba el alcohol y las putas. No tenía mucha relación con Mel y su familia, pero este lo apreciaba igual. Después de todo, era su hermano. En el seno de una familia de artistas (Su madre era artista de variedades frustrada, y su padre fue actor antes de la guerra) Ambos hermanos fueron apoyados en sus carreras artísticas.
En los escasos ratos libres que le dejaba su trabajo como obrero en el puerto, Mel recorría cuantas audiciones hubiera, esperando ansiosamente su oportunidad. La oportunidad que lo lanzaría a la fama. Mel soñaba con ser descubierto por algún pez gordo de Hollywood, aunque ese no era su objetivo en la vida. Mel solo quería ayudar a su madre, una costurera viuda llamada Mary Hellen, que se había hecho cargo prácticamente soltera de sus dos hijos luego de la muerte de su marido, Robert, durante la segunda gran guerra. Mary había sacrificado su vida por Ian y Mel, llegando al punto de tener que dedicarse a la prostitución, y lo que ocasionó un extraño encuentro con Ian, que terminó por separarlo definitivamente de la familia; y Mel soñaba con, algún día, tal vez, poder pagarle por todos los sacrificios que había tenido que padecer por ellos.
La vida era dura en Illinois, sobre todo para un obrero del puerto como Mel, y esto lo deprimía mucho, el no lograba hacerse del dinero suficiente como para mantener su vida digna. Sus frustraciones lo llevaron a tomar algunas decisiones erradas, como inclinarse por el camino de las drogas. Su realidad le era totalmente insoportable. Mel estaba devastado. A medida que pasaba el tiempo, veía cada vez mas imposibles sus aspiraciones de ser un gran, reconocido y respetado actor. Tan solo tenía 24 años.

Cierto día, Mel estaba saliendo más tarde del gran almacén en donde trabajaba en el puerto. Se había quedado haciendo horas extra porque necesitaba dinero para saldar una deuda con un peligroso vendedor de Cocaína que había prometido romperle las piernas si no pagaba en termino. Eran casi las 9 pm cuando Mel abandonó el lugar. Solo logró caminar unos pocos metros antes de ser interceptado por una pandilla de malhechores que estaban agazapados, esperándolo. Mel intentó correr, pero fue inútil. Cuando lo atacaron se defendió como pudo. Logró noquear a uno, pero los pandilleros lo superaban importantemente en número. La paliza fue desgarradora. Literalmente. De la cara le desgarraron los ojos, le arrancaron la lengua. Sus dientes, de ellos ninguno quedó entero. De su cuerpo solo 8 huesos salieron ilesos. Del resto las heridas variaron desde algunos esguinces, hasta fracturas expuestas. Una oreja le fue arrancada de una patada. Su cabeza, deformada completamente por los golpes estaba irreconocible. Su nariz sería nada más que el recuerde de algo que alguna vez existió.
Luego de terminar con el, habiéndolo golpeada 196 minutos seguidos, los pandilleros tomaron su billetera y huyeron.
A la mañana siguiente, el señor Hobound se dirigía al gran almacén, para abrir la gran puerta, como todas las grandes mañanas. Cuando vio los restos de Mel desparramados por el pavimento, no lo reconoció. Lo primero que hizo fue llamar a la policía. “Asesinato” fue la palabra que escribió el oficial Thompson en su libreta durante el comienzo de los peritajes. Cuando las pesquisas acabaron, se procedió a llevar el cuerpo de Mel a la morgue. Fue en ese momento, durante el camino, cuando el oficial Thompson escuchó lo que sería el momento más significativo de su vida. Dentro de la bolsa donde se habían alojado los restos de Mel, para evitar enchastres, pudo escucharlo luchando por respirar. Inmediatamente abrió la bolsa dejando ver a la masa informe antes conocida como Mel esforzándose por evadir la muerte. Inmediatamente el oficial Thompson dio la orden de modificar el rumbo hacia el hospital más cercano. A los pocos minutos llegaron al hospital Franklin D. Roosevelt. Ese sería el lugar dónde Mel pasaría el siguiente año de su vida.




Continuará...

COCA-COLA, HE SAY!

Ohhhh! Escribiendo en el trabajo! Ohhhh!!!

Que cosa, que locura.

Che, loco, extraño el blog. Te extraño, bloggie (Le digo así, “bloggie” de cariño) Quiero volver a comulgar con el arte de aporrear el tecladito con los dedos. Quiero volver a ser comentado por intelectuales que también tienen bloggies que aprecian. Hay que recuperar asiduidad. Y que más impulsor que usar la palabra “asiduidad”, que me hace sentir re capo y me dan ganas de compartir todo mi “capismo” con ustedes.

Ahora estoy escuchando “A day in the life”, recién empieza. Y como me estoy tomando esto como un ejercicio (El hecho de estar escribiendo en este trabajo en que no se me permite hacerlo es una especia de ejercicio artístico. Es como un happening) voy a intentar terminar de escribir esto antes de que empiece en el tema la parte del quilombo sinfónico que, la verdad, me da un poco de miedito.¡Ahí está! ¡Chau, chau!