lunes, mayo 18, 2009

El mono de tres patas.

Iba un tipo caminando, ¿no?. Iba un tipo caminando y entonces agarra y dice:

-Hoy quiero ver una película de esas que te hacen crecer emocional y humanamente -. Y otro, que estaba ahí parado lo mira, viste. Lo mira de arriba abajo y se lo queda mirando, así, un rato. Entonces el otro agarra y lo mira también. Lo mira a los ojos, así, fijo lo mira, y le dice:
-¿Qué desea, el señor?-. Y el otro, que lo estaba mirando fijo, se mira la mano, se mira las patas. Se mete un dedo en la boca, y después lo levanta y apunta para arriba. Se queda un rato,y le dice:
-¿Usted vio alguna vez un mono de tres patas?
-¿Perdón?-. Contesta el otro.
-Le pregunto si usted no vio alguna vez un mono de tres patas.
-No- Le contesta el tipo.
Y el otro agarra y le dice:
-¡*********** ****** ****** ** *********! ¡****** ******* *********** ** ****** ******!

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Por asuntos judiciales irresolutos con el señor Kennet Branagh, el remate de este chiste será suprimido por tiempo indeterminado.

También será suprimida la imagen ilustrativa. Momentáneamente será reemplazada con un paso de comedia clásico del humor grafico:



Una vez concretados los trámites correspondientes se procederá a la publicación del contenido original.

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Actualización.

Debido a algunos vacíos legales la demanda de Branagh ha quedado en suspenso. Se procede a publicar el final del chiste:

¡Shakespeare careta cordón de alpargata! ¡Kennet Branagh sacacorchos de pomelo cuatro!

Y la imagen ilustrativa:


En la próxima entrada, se publicará el ensayo completo que provocó la ira del actor y director inglés; y del cual, hasta hace unas horas, no teníamos permiso ni siquiera de mencionar.

Este blog quiere agradecer también al doctor Mangiabrutto y a su estudio de abogados por la dedicación y el empeño que demostraron durante la cruzada legal.

jueves, mayo 14, 2009

Guillermo Agitalanza, el sucesor argentino.

Poco se sabe de la vida de Guillermo Agitalanza, el dramaturgo porteño que supo adecuarnos las obras de su antepasado inglés ojo de buebo que preferimos no nombrar a un lenguaje más cercano, más propio, más verosímil y sincero para todos los argentinos.
Guillermo Agitalanza ha sabido tomar la esencia de su tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-tio abuelo segundo ilegitimizado, William pecho frío pila sulfatada Shakespeare y adaptarla a estos mucho más complejos tiempos que corren.

Sus versiones de los clásicos arriban a los escenarios porteños a mediados de la década del sesenta en varios teatros de Buenos Aires con moderado éxito. Al poco tiempo de estrenarse la única versión de la que tenemos documentación se desata un asombroso furor en la taquilla porteña. El público se muestra muy interesado en ver las puestas de Agitalanza. Sin embargo el texto y las documentaciones de las presentaciones no logran trascender debido a la intervención de varios parientes ingleses del bobotote cara de peineta de Shakespeare, quienes no reconocen a Agitalanza como tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-sobrino nieto del mismo. Acaece una etapa oscura en dónde se clausuran teatros, se apedrean actores, se genera una sanguinario boicot hacia la persona de Agitalanza, que concluye con la apropiación de todas los copias de sus obras que acabaran en la famosa FPLDDAE (Fogarata Por Los Derechos de Autores Extranjeros, también conocida como FFTCOTAFH o Fogarat For The Copyright Of The Autors From Here) a mediados de 1970 en Londres. En consecuencia de estos penosos sucesos no se vuelve a tener noticias de Guillermo Agitalanza, cuyo nombre desaparece de las marquesinas porteñas y del mundo, al igual que su misteriosa persona.

Alegremente, nosotros, los intelectuales inteligentes defensores de la posta-posta y que estamos en contra del Shakespeare cabeza de pava eléctrica con los cables pelados zonzo, gil, pito catalán que lo mira por TV, hemos rescatado el primer monólogo de la adaptación de la tristemente celebre “Ricardo III” de Shakespeare en versión de nuestro lamentablemente no-celebre-pero-no-por-su-culpa Agitalanza; el único documento existente prueba de la existencia de nuestro querido Guillermo o Willie, como le decían en el barrio. Una versión que, y lo decimos nosotros que somos IN-TE-LI-GEN-TES, verdaderamente nos llega hasta el corazón, nos conmueve y, como bien dice el apellido del autor: nos agita y nos lanza a las profundidades de la imaginación.

Monólogo inicial de “Que tragedia la de Ricardito Glosterutti”, adaptación de "The Tragedy of King Richard The Third" de William Shakespeare, de Guillermo Agitalanza.

GLOSTERUTTI. – Ahora se pudrió todo. Ahora sí. Se acabó el quilombo, les rompimos el culo a esos putos de la competencia… ¿y ahora? ¿Qué?
Ya me la veo venir. Todos esos pelotudos musculositos revoleando el saco como forros por la calle. Gritando y cantando cantitos futboleros, los muy imbéciles. Los machos rudos, fieros, con las frentes transpiradas con venas a punto de reventar por la presión, la locura, con los pelos parados y sucios, con las corbatas corridas y las camisas arremangadas. Ahora ahí están, en frente del espejito, bañaditos, perfumaditos, bailando como trolos alguna cumbia berreta en un boliche pedorro de Recoleta.
Pero yo no. No señor. Yo no estoy hecho para esas cosas. No, no. Para nada. Yo no soy uno de esos tipos que se anda haciendo el picaflor por ahí.
Soy más feo que la mierda, yo. Soy bruto, no tengo armonía en el cuerpo. Me babeo cuando hablo, me como las ese. Estoy hecho por la mitad, yo. Me faltó un toque de horno, digamos. A la naturaleza le salí medio así, como arrebatado. Soy como un pedazo de carne podrida que ni los perros se quieren comer cuando lo encuentran en la calle. Y ahora que se viene la temporada de bolichongos y puteríos a mi no me queda más opción que quedarme en casa solo como un forro, tirando los dados, y mirándome la pinta roñosa que tengo en el reflejo de la tele quemada y la puta que lo parió.
Y bueno. Que voy hacer. Visto que acá, como están las cosas, uno no puede ser un cancherito que sale por ahí a levantar minitas, me voy a tener que convertir en un soberano hijo de mil putas y hacerlos cagar bien a todos. Manga de soretes.
Sí, ya sé lo que voy a hacer.
Voy a empezar con el boludo de mi hermano Jorge, que es más boludo que las palomas. Al fin y al cabo lo único que quiero yo es quedarme con la empresa del viejo, que la maneja el otro boludo de mi hermano Eduardo. Que ya va a cagar también. Pero primero Jorge. ¡Opa! ¡Ahí viene!
¡Jorge! ¡Jorgito, vení que tengo que hablar con vos, vení!


El resto de la obra se encuentra extraviado, y se presume que ha sido quemado junto con todas las otras versionas en la FPLDDAE. Pero este pequeñísimo texto es suficiente para apreciar la inmensidad del argentino.

Sólo tenemos una frase más de su autoría, que recientemente fue descubierta en un cajón de la casa de una cuñada de un primo de el:

Fragmento de "¡Un papá medio fantasma!", adaptación de "Hamlet" de William Shakespeare, de Guillermo Agitalanza:

MARCELO. Alguien se cagó y no de risa en Dinamarca.


Nos retiramos una vez más nosotros, los que pensamos y hablamos de cosas que la gente no entiende porque somos eruditos e instruidos. Pero antes de irnos no podemos evitar un dejo de romanticismo al suponer que las obras de nuestro Guillermito no han desaparecido para siempre, porque sus partículas quemadas se han mezclado en el aire, y ese aire ha viajado y se ha mezclado con otros aires. Tal vez nuestros aires. No es una locura imaginar, entonces, que todos y cada uno de nosotros tenemos un poquito de Guillermo Agitalanza adentro nuestro.

martes, mayo 12, 2009

Diálogo.

- ¿Usted conoce la teoría de la relatividad?
- ¡Ay! La tengo en la punta de la lengua. Es la de este, la del viejito... ¿Como se llama?
- Ay, me mató con esa...
- Lo tengo acá.
- Es ese que es re conocido. Muy reconocido.
- Sí, es ese, el que tiene cara de viejito, pero viejito bueno, no viejito nazi.
- Sí, claro, si. Yo sé quien es, lo que pasa es que no me sale.
- William Shakespeare.
- No, ese no. Uno canoso.
- Quintino Bocayuva.
- ¡Ese!
- ¡Basta para mi basta para todos!
- ¡No! Ay, no, no puse ninguna en "comidas".
- Sopa.
- ¡Sopa! Que imbécil. ¿Países?
- Sudáfrica.
- Eso no es un país, es un continente.
- No, es un país.
- ¿Estás segura?
- No.
- Ponete cinco.
- ¿Vos que pusiste?
- Sudán. ¿Cosas?
- Saco.
- Ah, bien. Yo ahí puse sopa.
- Hubieras puesto soga.
- Tenés razón, lo cambio y me pongo cinco.
- Ponete ocho.
- ¿Animales?
- Sapo. ¿Vos que tenés?
- Superman. Me parece que no entiendo bien este juego.
- ¿Nombres?
- Susana.
- ¿Me estás cargando? Sos un pelotudo, me voy.

lunes, mayo 04, 2009

¡No juzguemos al chancho!


Este blog está del lado del chancho.


¡Unansén!

sábado, mayo 02, 2009

Ella.

Y de repente, Ella. En casa de mi padre, revolviendo sus discos. Tocándolos. Su mano derecha sostenía un vaso con Whisky con hielo ya vuelto agua, que balanceaba peligrosamente sobre la alfombra. Los dedos índice y mayor de su mano izquierda se movían frenéticamente sobre las cubiertas de los discos, arrojando violentamente hacia delante al que tocaba, para encontrar en el siguiente la misma decepción. Ella no perdía el ímpetu, y seguía buscando y buscando y buscando. Dudé que encontrara algo. El vaso de su mano derecha se acercaba peligrosamente a su boca y la encontraba con dificultad para luego volver al peligroso balanceo. El resto de su cuerpo solo accionaba en pos de la búsqueda interminable. Yo la observaba. Empecé a notar cosas. Una de ellas: era zurda. Nunca me lo hubiese imaginado. Nunca me hubiese detenido a pensar en algo tan insignificantemente insignificante. Pero igual era un detalle. Era algo. Era algo que ahora yo sabía, porque estaba con Ella. Y con Ella cualquier detalle, por más mínimo que fuere, era algo. Era un detalle. Ella estaba conmigo, en la casa de mi padre, solos, bebiendo Whisky y era zurda. Entonces dejó de buscar. Y me miró. Le ofrecí comida. Después se puso a cantar y ahí ya me olvidé de todo.