Entró por la puerta, miró para adelante, y lo vio: recostado, desnudo, transpirado, agitado. Feo. Un escalofrío le recorrió la espalda y el sudor frío manchó sus cachetes regordetes y colorados. Sus pechos vibraron como Kechum en el pozo de petróleo. Corrió hacia la ventana y saltó y cayó arriba de la cucha del perro, con el perro adentro.
No murió, pero se rompió la cadera. Uno de los vecinos, apostado en el porche de su chalet corrió a verlo, y cuando llegó, lo miró más. Estaba atontado por la situación, y un poco agitado. Entonces se dio cuenta. Otra vez le había sucedido lo mismo: había perdido el sujeto.
Salió corriendo, él. Uno de ellos. El de la cama, o el de los cachetes colorados. O el perro. O el vecino. La cuestión es que no volvió. A escribir. Yo no volví. A escribir, tampoco.
No murió, pero se rompió la cadera. Uno de los vecinos, apostado en el porche de su chalet corrió a verlo, y cuando llegó, lo miró más. Estaba atontado por la situación, y un poco agitado. Entonces se dio cuenta. Otra vez le había sucedido lo mismo: había perdido el sujeto.
Salió corriendo, él. Uno de ellos. El de la cama, o el de los cachetes colorados. O el perro. O el vecino. La cuestión es que no volvió. A escribir. Yo no volví. A escribir, tampoco.
3 comentarios:
Wow. Dejame que le recomiende esto a un amigo porque es lindúsimus. :P
Qué bueno que estés escribiendo :-)
que bueno que estés escribiendo, adhiero.
que bueno que hayas cambiado el estilo, también.
vamos a ver como sigue, pa'saber si guta o no guta.
Convidà de lo que tomàs!
Sos un mostro, sabelo
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